El 24 de marzo de 1977: dos cartas y un país

Por Demian Konfino

El 24 de marzo de 1977 Rodolfo Walsh distribuyó su famosa Carta Abierta y, el mismo día, la Sociedad Rural Argentina (SRA), publicó una solicitada. La comparación de ambos textos fechados el mismo día resulta perturbadora, aunque necesaria.

Rodolfo Walsh
Rodolfo Walsh

En un nuevo aniversario del último Golpe de Estado, pretendo repasar dos textos fundamentales que se distribuyeron el mismo día, en el primer aniversario de ese suceso. El 24 de marzo de 1977 Rodolfo Walsh distribuyó su famosa Carta Abierta y, el mismo día, la Sociedad Rural Argentina (SRA), publicó una solicitada en los principales diarios de Argentina. Una carta clandestina y otra oficiosa.

La carta de Walsh es un texto icónico para un sector de la política nacional. Pero, a mi juicio, no siempre se profundiza en ella lo suficiente. Allí hay claves que explican buena parte del devenir histórico de la Argentina hasta el presente. Desde la real dimensión de la violación masiva a los Derechos Humanos, hasta elementos de la macroeconomía que en el presente tienen plena vigencia.

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En cambio, la solicitada es un texto oculto (u ocultado) que, sin embargo, refleja posiciones antagónicas a las de Walsh y que hoy pueden encontrarse –a viva voz– en los pensamientos, la palabra y la praxis de una parte relevante del elenco oficial que gobierna el país a partir de elecciones democráticas.

Parecen dos países pero son el mismo. Y esta es su tragedia. Pero vayamos de a poco.

LA CARTA ABIERTA DE UN ESCRITOR A LA JUNTA MILITAR

La carta abierta de un escritor a la junta militar es en la actualidad un documento imprescindible a la hora de analizar la violación masiva a los derechos humanos en la Argentina.

La carta fue escrita por Rodolfo Walsh en ocasión del primer aniversario del golpe, el 24 de marzo de 1977. La censura no permitió su publicación. Fue distribuida por el propio Walsh y otros compañeros. En esa acción fue interceptado y, habiendo combatido, cayó herido y fue secuestrado por la dictadura. Aún permanece desaparecido.

El texto es firmado por Walsh en su calidad de “escritor”. Al mismo tiempo, sin renunciar a un estilo narrativo de una factura impecable, la misiva abunda en información periodística. Tal es así que el propio Walsh, en el párrafo final, describe su compromiso de “dar testimonio en los momentos difíciles”. La palabra “testimonio”, en esta línea, da cuenta de su oficio de “periodista”.

Por ese entonces Walsh, además de un consagrado escritor y periodista, era militante de la organización político militar Montoneros. No viene al caso pero tuvo, sobre el final de sus días, notables discusiones con la conducción de su organización.

Rodolfo Walsh investiga, redacta, distribuye la carta. Y combate. Un Walsh auténtico. El escritor, el periodista y el militante político militar.

La redacción de la carta se enmarca, efectivamente, en un acto de resistencia. Sin embargo, como escribía, tal vez el último acto de resistencia de este intelectual brillante no fue el producto de su pluma, sino del fogonazo de su revólver. Walsh, carta en mano, con la tinta aún fresca, combatió en Entre Ríos y San Juan de la ciudad de Buenos Aires contra sus captores. Lo cual habla de las complejidades de un tiempo que no pueden ser analizadas -siempre que se pretenda la sensatez- extrapolando el contexto que describía más arriba.

Yendo al análisis del texto, concretamente, hay que decir que la carta tiene 6 puntos. Para un análisis pedagógico, me tomé el atrevimiento de rotularlos del siguiente modo:

  • a) Contexto e introducción de la Carta. Punto 1.
  • b) Descripción de la tortura. Punto 2.
  • c) Descripción de los asesinatos. Punto 3.
  • d) Descripción de las desapariciones. No hay dos demonios. Plan Cóndor. Punto 4.
  • e) Miseria planificada. Neoliberalismo. Punto 5.
  • f) FMI. Neoliberalismo. Punto 6.

Además de la calidad de escritura, que es distinguida, la carta describe en 1977, a un año del golpe muchas cosas que recién empezarán a desarrollarse muchos años después. La extensión de la violación masiva y sistemática a los derechos humanos: Los asesinatos disfrazados de enfrentamientos, las desapariciones, las torturas y sus métodos. Con un objetivo claro, cambiar de matriz el sistema económico, bajar la participación de los trabajadores en el PBI, cambiar una cultura de la solidaridad por una del individualismo. Walsh lo sentencia de modo inmejorable:

«… en la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga millones de seres humanos con la miseria planificada

A su vez, la lucidez del escritor se revela en algo que será rectificado muchos años después. No hay dos demonios. Esto que quedó flotando en el prólogo al Nunca Más en 1984, y que recién fue revisado en el prólogo del 2006 a ese texto, Walsh lo escribió en 1977:

«…la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre «violencias de distintos signos» ni el árbitro justo entre «dos terrorismos», sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la muerte

Por su parte, el Plan Cóndor es explicado en el punto 4 de la carta aunque sin ese nombre. En concreto, fue la organización de los distintos gobiernos militares de los países de América del Sur, bajo la supervisión de los Estados Unidos, para detener, torturar, desaparecer y/o matar a los luchadores latinoamericanos allí donde se encuentren. El senador uruguayo Zelmar Michelini, el general chileno Carlos Prats o el ex presidente boliviano Juan José Torres asesinados por la dictadura argentina, son ejemplos de ello. Walsh hablaba de esta concertación en 1977:

«La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal, conducido por oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en Argentina…»

Impresiona el nivel de precisión de la información que manejaba Walsh cuando los acontecimientos se desarrollaban durante la vigencia de la más estricta censura a las voces disidentes y la vulneración absoluta al derecho de libertad de expresión.

Él no escribe «Plan Cóndor», como decías. Pero es eso. Walsh toma conocimiento de los crímenes y los relaciona. Más tarde se sabrán más detalles de esta coordinadora americana del terror.

Por su parte, también se vislumbra lo que posteriormente se caracterizará como “dictadura cívico – militar”. Se describe el entramado judicial que hizo sistema. La familia judicial rechazando hábeas corpus, negando la defensa a la violación masiva a los derechos humanos. Y aparecen los beneficiarios civiles del genocidio (Walsh escribe “exterminio”), sino sus ideólogos:

“… la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales…”

El rol de los medios dentro de lo que fue la pata civil de la dictadura fue fundamental. A modo de ejemplo, revistas como “Gente” o “Para Ti” publicando “reformatorios de subversivos” o haciendo “reportajes” a desaparecidos “arrepentidos” que ya habían sido asesinados. Estos y otros medios daban amplia cobertura a la oposición a lo que la dictadura llamó la “campaña antiargentina”, que era en verdad el reclamo internacional por el respeto a los DD.HH. motorizado por exiliados argentinos. Los fusilamientos eran informados en los diarios como «enfrentamientos», sólo porque así lo decía la voz oficial, sin repreguntas o cuestionamientos, cuando era evidente -según lo clarifica Walsh- que se trataban de masacres. Clarín, inaugurando esta saga, tituló el día uno del golpe: «Nuevo gobierno. Total normalidad».

Volviendo a Walsh y para redondear, a un año del golpe, la carta precisa la violación masiva a los DDHH. Pero, también, sus motivaciones económicas (instalación del neoliberalismo), sus mandantes civiles (las oligarquías y los monopolios internacionales), su coordinación geopolítica (Plan Cóndor, coordinado por EEUU) y la imposibilidad de justificación alguna, mediante la teoría de los dos demonios.

LA SOCIEDAD RURAL ARGENTINA AL PAÍS

La Sociedad Rural Argentina (SRA), el mismo día que la Carta abierta de Walsh, publicó una escueta solicitada en los principales diarios de Argentina:

Las Fuerzas Armadas tomaron las riendas del país con patriótico empeño…”, comenzaba el elogio.

El texto condena el “cínico” abuso de la “calificación de derechos humanos” por parte de la “guerrilla apátrida” que “ha sufrido rudos golpes” y que ahora se dedica a atacar al país desde el exterior a través de la “prensa izquierdista”. Considera la “inconveniencia” de “aperturas políticas prematuras”. Advierte que la “sistemática estatización socializante” ha fracasado. Y clama contra los impacientes:

“… Este proceso requiere el apoyo y el sacrificio de todos los sectores…”

Hay diagnóstico sobre las causas de las crisis: La “corrupción”, la “inflación descontrolada” y el “desorden fiscal”. Conceptos que gozan hoy de buena salud. Es curioso, hablan del “crimen como medio político” sólo en referencia a la etapa que desembocó en el proceso.

A un año del golpe, hay celebración por lo que consideran logros (la “franca retirada” en la que se encuentra la guerrilla) y elogios a los aliados (el “patriótico empeño” de las Fuerzas Armadas) pero también puede leerse la hoja de ruta (“es indispensable tomar decisiones”): la “modernización” que implica “la liquidación de las empresas estatales y el redimensionamiento de la burocracia”. Solo así podrán lograrse “los grandes objetivos nacionales”.

EL DIÁLOGO IMPOSIBLE

En un diálogo imposible con la Carta Abierta de Walsh, la comparación de ambos textos fechados el mismo día resulta perturbadora, aunque necesaria.

Como vimos, Walsh señala a la Sociedad Rural como uno se los sectores beneficiarios del modelo económico que instaura la dictadura. La “vieja oligarquía ganadera” escribe, pero también con nombre y apellido refiere al “credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda” cuando éste se asombra, según Walsh, porque haya quienes consideren que el alimento debe ser barato.

En espejo, la SRA denuncia a la “prensa izquierdista” por abusar del concepto de DDHH. Ese calificativo podría caberle al periodista y militante montonero quien, sin embargo, cuestiona la “propaganda abrumadora” que hace ver que “el general Videla defiende los Derechos Humanos o que el almirante Massera ama la vida”.

A su tiempo, Walsh cuestiona el espectáculo de la Bolsa de Comercio y la especulación financiera hechos “bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el “festín de los corruptos”.”. Ya vimos que la Sociedad Rural saluda el objetivo de terminar con la corrupción. No obstante, en los resultados de la enunciada meta de ponerle coto a la inflación descontrolada la SRA calla. Walsh no (400% anual escribe).

Por último, “quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales” se pregunta el escritor y parece hablarle directamente a ese adjetivo inmerso en la solicitada, tras describir la desnacionalización de la banca que indemniza a la ITT y a la Siemens, la devolución de bocas de expendio que aumenta las ganancias de la Shell y la Esso y la rebaja de los aranceles aduaneros que crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina.

Claramente, como se aprecia, son dos modelos de país. Diametralmente opuestos. Como si fueran dos países distintos en uno solo. Pero son el mismo. El problema es que uno de esos modelos vulnera derechos humanos. El resto es historia, memoria y ¿actualidad?

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El cartel de ofertas

DEMIAN KONFINO

En https://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/el-cartel-de-ofertas-cuento-de-demian-konfino

Para Emilio, por acercarme un hilo de esta historia posible.

Le gustaba el vino. No las minas. En verdad, a Luis le fascinaba una mina, la suya, Norma. Tenía una red de amigos del barrio con los que solía juntarse a jugar al fútbol y a tomar algo, sobre todo, los fines de semana. Por eso, cuando Norma volvió tarde esa noche de ese frío martes aciago y notó su ausencia se desesperó.

Pasada la desazón inicial, Norma se activó y salió en su búsqueda. A las doce de la noche todas las calles y pasillos de tierra y barro de Isla Maciel ya registraban las huellas de Norma, de ida y de vuelta. Luis no estaba.

Norma no pegó un ojo en toda la noche. Al amanecer, con la pava y el mate, se sentó a esperar junto a la ventana del kiosco que tenían en el frente de su casilla. Pasaron las horas y nada. Estaba por encender la tele cuando oyó unos golpecitos tímidos en la puerta. El corazón de Norma inició su galope. Cuando la vio a Diana, la vecina, con cara de susto, sintió angustia.

–Tengo que hablar con vos, Norma. –tiró sin siquiera saludar y remató: –Adentro.

–Pasá, Diana. –Aceptó Norma, seca, con la cara desfigurada.

Diana había sido novia de Luis en su adolescencia hasta que lo largó. Norma siempre sospechó que Diana nunca toleró su matrimonio. De todos modos, nunca lo hablaron. Se sabían, secretamente, rivales. Mientras le cedía el paso, fue un segundo, no pudo evitar bajar la vista y corroborar que el lomazo de Diana seguía intacto. Una mezcla de envidia y bronca la asaltó. De pronto, lo vio todo prístino. Qué turro. Imposible competir con ese culo, concluyó. Y encima se lo venía a refregar.

–Dale, Diana, largá. –Le espetó, sin aguardar a que se sentara.

–Se lo llevaron, Norma. –Susurró.

–¿Eh? ¿Cómo? ¿A quién? –Preguntó Norma, desorientada, avergonzada y con súbito terror.

–Una patota, no sé, Norma. Con escopetas. Usaban anteojos negros aunque era de noche. Qué sé yo. Parecían milicos, Norma. Entraron a tu casa y se lo llevaron en un Falcon celeste. Cargaron algunas cosas en el baúl también. Escuché unos gritos, pegué el ojo a la mirilla y vi a Luis doblado con la cabeza adentro de una bolsa de tela oscura. Dos matones lo tiraron en la parte de atrás del auto, se metieron detrás de él. Un tercero cerró el baúl, se fue al volante y arrancó.

Norma corrió una silla y se arrojó contra el respaldo. Con los ojos bien abiertos escuchó cada palabra. Cuando Diana finalizó, rompió en llanto. Al serenarse le dijo a Diana que no entendía nada. Luis no andaba en nada raro.

Con el ateneo del barrio habían ido a buscar a Perón y habían hecho algunas pintadas en esa época. Nada más. No tenía ningún sentido que se lo llevaran.

Con el ateneo del barrio habían ido a buscar a Perón y habían hecho algunas pintadas en esa época. Nada más. No tenía ningún sentido que se lo llevaran. Diana prestó el oído, le dio un abrazo y se fue.

Norma revolvió la casa y se dio cuenta que los cajones de la mesita de luz de Luis estaban vacíos. La agenda de Luis, su cadenita y su reloj no estaban. Salió rauda para la comisaría del puente. Al traspasar el umbral notó que el cartel de ofertas del kiosco tampoco estaba.

Lo que siguió fue un peregrinar por diferentes comisarías y regimientos de provincia y capital. En parroquias e iglesias solo recibió plegarias formales y rituales de contención sin sentimiento. Luis no estaba por ninguna parte y nadie podía hacer nada.

Una mañana de lunes, cuando la ausencia se negaba a ser costumbre Diana volvió a su puerta con un papelito. Un nombre y un teléfono.      

–Una vidente de Quilmes. Es excelente. Acierta todo. Andá a verla, no perdés nada.

Sin ninguna expectativa decidió hacerle caso. Llevó un calzoncillo y una corbata como le había pedido por teléfono Mónica, la vidente. Al ingresar le pidió que se descalzara y le entregara los elementos. Así dijo. Elementos. De su cartera, Norma extrajo el calzoncillo y la corbata. La sentó detrás de un escritorio forrado en felpa roja, sobre el que sólo se posaba un mazo de naipes. Mónica se enlazó la corbata al cuello y crispó el calzoncillo con la diestra. Mezcló las cartas con una sola mano, con una habilidad asombrosa, y pidió a Norma que extrajera una y la diera vuelta. Salió una persona con túnica roja, enlazada con una tela blanca alrededor del cuerpo y una venda también blanca en los ojos. Ocho espadas de punta contra la tierra la rodeaban. Por detrás, aparecía un fuerte.

–Mmm. Ajá. –Mónica observó el naipe y asintió con el mentón. Aunque Norma se había mostrado incrédula no pudo evitar el saltito sobre la silla y la sonrisa sincera al oír lo que siguió: –Buenas noticias. Está vivo. Atrapado. Preso. Algo así. En un fuerte. Tal vez un regimiento. Sacá otra.

Norma dio vuelta su segunda carta. La definitiva. Dos caballos a los costados de un camino ancho, mirando un fuerte. Dos carrozas acercándose. Un cielo celeste con muchos detalles dorados como monedas, unos árboles y un río. La otra carta era más literal. Esta no la entendió. Aunque se dio cuenta que volvía a aparecer el fuerte.

–Mmm. Ajá. Te lo dije. Ahí está. ¿Lo ves? –La miró y le preguntó lo que parecía una obviedad. Norma no atinó a responder. –El fuerte querida. Está ahí. La avenida y la arboleda. Está cerca de una avenida ancha y transitada. Es un fuerte lindo, con mucho parque. Hay caballos. Y está el río. Es evidente. No saques más.

De pronto tomó el calzoncillo y se lo puso en la cabeza, como de sombrero. La parte trasera en la nuca. Estiró la parte delantera hasta que le tapara los ojos y la nariz.

–Sí querida, clarísimo. –Dijo Mónica, súbitamente, mientras redondeaba la escena haciendo un bollo con la corbata y la batía entre sus manos. –Tu marido está vivo en un regimiento de caballería. Muy probablemente, en el Regimiento de los Patricios. Lo ves ¿no? El río, de la plata, el regimiento, los árboles y la caballeriza –dijo y señaló el agua, las monedas, el fuerte, los árboles y los caballos.

Era la primera vez que tenía al menos un rumor, aunque Mónica no tenía dudas que se trataba de un dato. A esa certeza se encomendó.

Dos horas demoró en llegar. Norma encaró al soldado de guardia y pidió hablar con su superior. El soldado se negó aunque acabó ingresando a la garita ante la insistencia. Al cabo de unos minutos salió junto a un camarada con gorro y ropa más formal. Un teniente tal vez. El militar negó la presencia de Luis en el regimiento y ordenó que se fuera. Inclusive amenazó con meterla presa. Norma se retiró unos metros y espió entre las dos hojas del portón sin expectativas. A lo lejos, sin embargo, divisó algo que le pareció familiar. Hizo foco y sí. El cartel de ofertas del kiosco. Estaba allí en el estacionamiento junto con otros muebles.

Se coló por el espacio que había entre el portón y la garita, aceleró y se aferró al cartel hasta que Luis apareciera. Luego de órdenes desacatadas y forcejeos varios, el personal militar resolvió correrse y Norma se sentó junto al cartel.

Pasó una hora. Cabildeando qué hacer estaba cuando, a lo lejos, divisó a un tipo con aspecto de croto. Era una presencia fuera de contexto.

De pronto se dio cuenta lo evidente. Se incorporó con velocidad y emprendió la carrera. Sí, era él. Lo abrazó con una fuerza que casi lo rompe. Se miraron y rieron. Le faltaban dos dientes. Pero estaba vivo. Lo tomó por los hombros y apuró la marcha. Salieron ante la indiferencia oficial.

Llegando a la esquina, Norma se soltó de repente y volvió sobre sus pasos en un trote. Luis no entendió hasta que la volvió a ver después de dos minutos. Traía bajo el brazo izquierdo el cartel de las ofertas que les pertenecía.

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Hebe Liz Schweistein: El alto vuelo de una soñadora

Mamá está volando alto. Pero no desde el jueves 12 que cerró sus ojos por última vez. Desde siempre. Y para siempre.

Fue hija y hermana de una familia judía de Avellaneda. Tuvo una infancia feliz pero una pérdida absurda e irreparable en la adolescencia. En un incidente víal perdió a su madre, hermano, cuñada y sobrina cuando tan sólo tenía 15 años. El resto fue caer, levantarse, reinventarse, sobrevivir, vivir. Con tanta intensidad que da vértigo asomarse a su biografía. Mamá inventó la resiliencia antes que se llamará así.

Mamá. Idishe. Comerciante. Productora de mega eventos de moda. Viajante. Soñadora. Bohemia. Escritora. Vendedora de libros en plaza Dorrego. Conductora de tele. Artista. Ciudadana ilustre de nuestras vidas. Guerrera de mil guerras. Loca en todas sus facetas. Tan loca como para creer que podía cambiar la historia y, efectivamente, hacerlo.

Publicó cinco libros donde abordó temas como el amor, el desamor, la locura y la muerte. Con los años dejó de escribir y se convirtió en lo que la prensa nacional llamó «La Gaudí del conurbano» o «la Gaudí de Quilmes». Su colorido arte, hegemonizado por la técnica del mosaico, alegra la vista y el espíritu en diversos lugares emblemáticos principalmente de la ciudad que la cobijó hasta sus últimos días. Además de la estética, en sus composiciones resalta su ética. Memoria, compromiso y esperanza por un mundo mejor. Por ello, el Concejo Deliberante de Quilmes la declaró Ciudadana Ilustre en 2020 por unanimidad.

La Universidad de Quilmes, la sede del club Quilmes, la Casa de la Cultura de Quilmes, el Museo Almirante Brown de Bernal se engalanan con sus obras. Sin embargo, la calle, fundamentalmente, ha sido su escenario. Plazas o frentes de Quilmes, Berazategui y Florencio Varela consagran su obra. Pero, también, ha cruzado las fronteras del Riachuelo y su arte colectivo se enclava en el frente de un centro cultural de la villa de Retiro. Aunque el lugar emblemático que ha hecho brillar sus diseños y murales es el interior y exterior de su casa en Quilmes Oeste, «El castillo de los sueños». 

Mamá supo de asunciones honorables y también de renunciamientos dignos. Nos enseñó que lo material no era lo más importante y que lo humano era lo divino. Fue inspiración y ejemplo para todos quienes la conocimos y nos alumbramos con sólo asistir a sus pestañeos. Con mis hermanes Jonatan y Brenda tuvimos mucha suerte. Pero, sabemos, su referencia y su legado nos trasciende holgadamente.

En lo personal le agradezco, claro, la vida. Los cuentos de «Guyiver», como lo pronunciaba ella cuando inventaba las hazañas del gigante en el país de los enanos. Le agradezco los sueños y las canciones. Por María Elena Walsh, la Negra, Silvio y Pablo. Le agradezco la cultura, los libros y el oficio de escribir. Le agradezco que haya sido. Fundamentalmente le agradezco que haya creado, creído y luchado. Y que haya logrado correr la valla de lo posible. Y de lo imposible.

Ojalá que la luna pueda salir sin ella. Ojalá que el sol no pierda brillo. Y ojalá que el arco iris no resigne colores.

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Último discurso de Hebe Liz Schweistein: El día es hoy

Antes de enfermarse, en la fiesta por su cumpleaños, mamá Hebe Liz leyó con mucha elocuencia una reflexión de autor desconocido. Hoy aquellas palabras cobran la fuerza de un mandato:

La vida es una tarea que nos trajimos para hacer en casa.
Cuando uno mira… ya son las seis de la tarde; cuando uno mira… ya es viernes; cuando uno mira… ya se terminó el mes; cuando uno mira… ya se terminó el año; cuando uno mira… ¡ya se pasaron 50 o 60 años!; cuando uno mira… ya no sabemos más por donde andan nuestros amigos; cuando uno mira… perdimos al amor de nuestra vida y ahora, es tarde ya para volver atrás.

No dejes de hacer algo que te gusta por falta de tiempo. No dejes de tener alguien a tu lado, porque tus hijos pronto no serán tuyos, y tendrás que hacer algo con ese tiempo que resta. Lo único que vamos a extrañar será el espacio que sólo se puede disfrutar con los amigos de siempre. Ese tiempo que, lamentablemente, no vuelve jamás.

Es preciso eliminar el “DESPUÉS”…
Después te llamo.
Después lo hago.
Después lo digo.
Después, yo cambio.
Dejamos todo para después, como si el *después* fuese lo mejor.

No entendemos que:
Después, el café se enfría.
Después, la prioridad cambia.
Después, el encanto se pierde.
Después, temprano se convierte en tarde.
Después, la añoranza pasa.
Después, las cosas cambian.
Después, los hijos crecen.
Después, la gente envejece.
Después, el día es noche.
Después, la vida se acaba.

No dejes nada para después, porque en la espera del “después”, puedes perder los mejores momentos, las mejores experiencias, los mejores amigos, los mayores amores.

Acuérdate que el Después puede ser tarde. El día es hoy. YA NO ESTAMOS EN EDAD DE POSPONER NADA.

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Hebe o el nombre de la dignidad

Pasó un día desde su partida y la Revolución sigue siendo un sueño eterno.

Su nombre será estatua. Tal vez corone billetes. Sin dudas, será poema y será canción.

Ya es bandera. De hidalguía. De bravura. De dignidad.

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La ciudad

Por Gonzalo Millán

El río invierte el curso de su corriente.
El agua de las cascadas sube.
La gente empieza a caminar retrocediendo.
Los caballos caminan hacia atrás.
Los militares deshacen lo desfilado.
Las balas salen de las carnes.
Las balas entran en los cañones.
Los oficiales enfundan sus pistolas.
La corriente se devuelve por los cables.
La corriente penetra por los enchufes.
Los torturados dejan de agitarse.
Los torturados cierran sus bocas.
Los campos de concentración se vacían.
Aparecen los desaparecidos.
Los muertos salen de sus tumbas.
Los aviones vuelan hacia atrás
Los rockets suben hacia los aviones.
Allende dispara.
Las llamas se apagan.
Se saca el casco.
La Moneda se reconstituye íntegra.
Su cráneo se recompone.
Sale a un balcón.
Allende retrocede hasta Tomás Moro.
Los detenidos salen de espalda de los estadios.
11 de Septiembre.
Regresan aviones con refugiados.
Chile es un país democrático.
Las fuerzas armadas respetan la constitución.
Los militares vuelven a sus cuarteles.
Renace Neruda.
Vuelve en una ambulancia a Isla Negra.
Le duele la próstata. Escribe.
Víctor Jara toca la guitarra. Canta.
Los discursos entran en las bocas.
El tirano abraza a Prat.
Desaparece. Prat revive.
Los cesantes son recontratados.
Los obreros desfilan cantando
¡venceremos!

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Quilmes lanzó el primer libro escrito por hinchas

Son 22 cuentos elegidos del concurso impulsado por el departamento de Cultura del club.

Una gran iniciativa que sobrepasó las expectativas de sus propios impulsores y dio a luz al primer libro publicado por un club de fútbol escrito enteramente por sus hinchas. Quilmes lanzó en los últimos días la edición de los 22 mejores cuentos que enviaron quienes participaron del concurso Quilmes a contar, una idea del departamento de Cultura de la institución y que tuvo muy buena recepción entre los fanáticos del Cervecero.

La movida empezó en 2016 y a raíz del buen material recibido por el jurado se decidió dar un paso más: ya no sólo iba a haber premio para el ganador, sino que además se seleccionaron los textos más destacados para juntarlos en el libro que, tras un importante trabajo de quienes se pusieron al hombro la cuestión, ya está a la venta en El libro está en venta en la Tienda 1887, el comercio oficial del club «cervecero», y puede pedirse al número 2252-6660.

«Es el hecho cultural más importante de la historia del club. Hay pasión, pero tambien hay literatura. Y de la buena. Hay algunos cuentos que no tiene nada que envidiarle a los mejores autores del género», contó el escritor Demian Konfino (autor de La Mala, Patria Villera. Villa 31 Y Tefilo Tapia y Operativo Mataderos, entre otros), uno de los impulsores del concurso e integrante del jurado, a Olé.

El cuento ganador del concurso, que ya tiene una versión radial leída por el periodista Alejandro Apo, fue El Ascenso, de Federico Cannizzaro. Además hubo otros tres textos destacados que fueron reconocidos en el estadio Centenario antes de un encuentro frente a Sarmiento de Junín.

Publicado en https://www.ole.com.ar/quilmes/quilmes-libro-hinchas-cuentos_0_Gon6Er7ok.html

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Quilmes A Contar. Prólogo.

Por Demian Konfino

La tragedia argentina pintada en azul y blanco. Un grupo de amigos que se juntan en el codito de Guido y Sarmiento, el que da a la sede social, hasta que uno desaparece. Y Quilmes asciende y Beto encapuchado, arrojado al baúl de un auto. Y sus amigos que lo siguen buscando en cada esquina y en cada gol. O la desigualdad que germina violencia en las barriadas cerveceras y provoca muertes por machismo o por pobreza. O un pibe que vuelve de Malvinas y en Madryn le cuentan que Quilmes va a jugar la final del campeonato con Ferro.

La historia de un club, plagada de hitos. Historias de enfrentamientos con la policía, bancando a la montada en la cancha de Defensores de Belgrano, en los años ‘60. Guido y Sarmiento como una recurrencia, como una evocación o como nostalgia de un tiempo pasado que no siempre fue mejor. Sus olores, los papelitos y el tablón. El loco Williams siguiendo al laiman, sintiéndose necesario en la vieja cancha. Las torres de departamentos, allí erigidas como símbolo de una modernidad que mezquina la memoria, que desconoce de identidades y añoranzas que no redundan en un progreso para todos. La vieja camiseta, la Adidas del bolsillito. Todo eso contado. Todo eso leído en una larga mesa.

Un tiro libre, el ascenso del ‘91 y el último abrazo con el viejo. Hasta el llanto se adivina en ese cuento. El recuerdo de los gladiadores de Alfaro para el ascenso del 2003. O un avión a Puerto Madryn con un comandante muy particular en el ascenso del 2012.

El ‘78 contado desde mil ángulos. A Rosario en el Falcon del libro de oro, en Peugeot 404 o en el último tren. La camiseta 16, la de Merlo, atesorada como una reliquia. El piojo Yudica, subido a un banquito de madera en Arroyito, antes de la última arenga. El único hincha de Quilmes en Venado Tuerto que bocineó toda una ruta provincial indiferente. O la vuelta a la ciudad gloriosa en caravana.

Socios, continuadores de los que vieron alguna vez al genial Negro Villegas. O los que cuentan al indio Gómez y la emoción. O al Flaco Milozzi y la entereza. O a Quiñones, el héroe fugaz. O narran un máquina Giampietri comprando naranjas. O un campeonato con Braña, Caneo, la felicidad femenina y la efervescencia.

Los 118 goles del equipo del ‘49. El gol de Rando en la Bombonera y la hazaña. El gol de Gáspari, siempre el gol de Gáspari. Como si hubiese hecho un solo gol en su vida. El tiro libre de la tortuga Gómez contra Almirante para el tan ansiado ascenso del ‘91. Un gol de Lalo Colombo, sobre la hora, en Sarandí. El gol de Chapu Braña, de tres dedos, frente a Platense. El gol de Quiñones a Los Andes, tal vez el más gritado en muchos años. Una bolea de Bustos Montoya, para un empate agónico ante Argentinos Juniors. Una vaselina de Pérez Godoy para cerrar la puerta del descenso.

Con miedos y pasiones fue contada la historia de ese abuelo trajeado para ver al Cervecero. O un secreto del nieto que cada partido deja una butaca vacía en la techada para su abuelo que ya no está. O el que esparció sus cenizas y un ritual en el Centenario.

La radio, ligada íntimamente a nuestro club, hace rememorar con rabia la traición de Splendid en el ‘78, cuando el Flaco Gómez se fue a relatar a Boca. O retratan el ascenso del 2003 con la voz del gordo Di Blasi y la santa madre de Baldassi. O se emocionan con un “Soy de Quilmes” que sale de una portátil y eriza la piel.

Dilemas existenciales se plantean y uno se queda duro, dudando. Un gol de Quilmes a Chacarita en el ‘83 o ganar el Prode. La diferencia entre ser de Quilmes o ser de un club grande. Volver a un Guido y Sarmiento, sin cancha y con edificios, por un amor muy otro. El recorrido sinuoso por diversas etapas de la pasión. Quilmes y la vida, preguntas, respuestas e ideas que permanecen.

Ganar y llenar el álbum con la figurita del gallego Rodríguez. O ir a la cancha por primera vez, en el Centenario, frente al San Pablo, nunca menos.

Y en menos de una semana, empezaron a llegar las historias al club. Alguno, chimentan, aprovechó para volver a ser socio. En cuentagotas fueron llegando los sobres. Como ocurre a menudo en el mundo Quilmes, sobre el final empezaron a llegar con más asiduidad. Llegando al cierre, varios socios reclamaron la extensión del plazo. Ocurrido lo cual, contabilizamos 50 cuentos.

50 textos llenos de identidad y costumbres cerveceras. El sueño de ser gigantes y la sangre vengada del Indio Kilme. Un sueño de Copa Libertadores con Kempes y Fillol usando la blanquita. O imaginar el año 2018 y una historia que se repite: Argentina y Quilmes campeones nuevamente. Evita y Quilmes, un solo corazón. Las cábalas. Un bar cervecero y las discusiones futboleras de los lunes. Goles a Lanús que se añoran o se sueñan. Los conocidos anónimos de la tribuna. El olorcito a malta y río. A ver a Quilmes en el Roca o en 22. Un casamiento y las fotos en el Centenario. Una lluvia de papelitos, peleando contra un cielo gris. Un beso de película en la Indio Gómez.

50 películas. 50 personas, vecinos de casa o de tablón que se motivaron, cranearon algunos días y se sentaron algunas horas a escribir. 50 sobres con emociones hechas tinta.

De esas 50 historias, elegimos 22 para publicar en este libro. Como dos equipos de fútbol. Como un entrenamiento en Guido y Sarmiento que enfrenta a los 11 de camiseta blanca con los 11 de camiseta azul.

Y ahí está todo. Recuerdos arrancados a la desmemoria. Leyendas que resisten al olvido. Hitos que lucharon por ser escritos. Silencios que prefirieron dejar de serlo. Mitos que empiezan a contornearse. Cultura popular; quilmeña y cervecera, que escribe –en azul sobre una página blanca– alguito de lo que fuimos, perfilando lo mejor de lo que podemos ser. Sentimientos hechos arte que auguran larga vida al club Quilmes.

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Las que van al frente en las barriadas son las mujeres

Durante el invierno de 2020, Demian Konfino sacó a la luz «Operativo Mataderos». El relato, que tiene como protagonista a una abogada villera, desmantela prejuicios en la búsqueda de justicia por un crimen. En diálogo con este medio, el autor habla sobre las huellas de una nueva narrativa policial argentina.

La política, el barrio, el fútbol, el amor y la justicia cruzan esta historia que se vive entre los pasillos de Ciudad Oculta y del Ministerio de Defensa. Su autor, Demian Konfino, es abogado y un activo militante de la vivienda digna. En 2017 publicó La mala, su primera novela de género negro, y abrió camino a una saga que revierte estereotipos sin perder verosimilitud, donde la villa no es el origen del crimen y la delincuencia. Operativo Mataderos evidencia otras causas y redes de poder: gatilleros de poca monta, represores reciclados de la dictadura, barras de Chicago, se entrecruzan en este policial que acontece en una Buenos Aires contemporánea.

¿Cómo llegaste a construir el caso de Dieguito Gómez?

El caso de Dieguito surge a partir de la evolución del personaje principal, Florencia Amarilla. Nuestra narradora, además. Después de su aparición en mi libro anterior, La Mala, Florencia ya está viviendo fuera de la villa y se ha convertido en una abogada respetada. Intenta una vida de clase media para darle sosiego a su hijo. El asesinato de Diego la muestra, de volea, su identidad le recuerda su historia, la de los pibes que son queridos por su entorno, que intentan salir de la mala y no pueden. O pibes que están en el filo de la marginalidad y, aunque intentan escapar, siempre terminan cortándose. A partir de allí, con ese entorno empecé a construir la historia de Diego, el barra de Chicago y trabajador de limpieza en una tercerizada en un Ministerio.

¿Por qué elegiste el territorio de Ciudad Oculta para desplegar la historia de Operativo Mataderos?

Cuatro de mis cinco libros publicados abordan la temática villera. Desde diferentes lugares. Los dos últimos desde el género negro. Haciéndome cargo de contar la violencia. Pero en contexto, como te decía. Mi víctima es barra de un equipo incómodo, de hinchas laburantes, del sur ninguneado de la ciudad de las luces. Además, tenía ganas de meter la ficción en ese tema espinoso del aguante y la violencia en el fútbol. En ese marco, Oculta o Villa 15, por su cercanía con Chicago, tenía que ser la villa donde ocurrieran los hechos.

¿Qué devoluciones tuviste de las personas que leyeron la novela?

Muy buenas. Varios lectores habían leído La Mala y encontraron en Operativo Mataderos una secuencia. Otros al revés. Leyeron Operativo y, después, fueron a buscar La Mala. El personaje de Florencia, nuestra heroína, genera mucha empatía. Sobre todo en mujeres. Hay quienes ponen el eje en la historia de amor, otros en la intriga, otros en el contexto. Después tenés las devoluciones de época. Las historias de Instagram con foto de portada y elogios lacónicos y potentes. Todas las devoluciones son interesantes y te hacen crecer.

¿Qué novelas o autores del género negro elegís y por qué?

Hay muchas. No hay una en especial. Soy lector habitual del género. Me gustan mucho los autores nacionales del género. Feinmann, Saccomano, Sasturain, Dal Masetto, De Santis.

¿A quiénes les recomendarías las lecturas de tus novelas La mala Operativo Mataderos?

No hay una lectora o lector en particular. He conocido lectores de distintos palos. Se están leyendo mucho en escuelas secundarias. Entiendo que como los protagonistas son jóvenes, hay lenguaje, angustias, ansias, emociones que pueden ser reconocibles. Comparten códigos e incomprensiones. Y eso gusta. También, en particular, recibí muchos halagos para Flor Amarilla, como te decía, de parte de mujeres. Eso me da la pauta de que muchas lectoras la eligen. Por lo demás, los lectores comprometidos con el otro, con su entorno, con los padecimientos humanos encuentran un libro que hace lo propio.

¿Con qué características preferís definir a la protagonista de esta historia, Florencia Amarilla?

Flor va al frente. Es una heroína muy nuestra. Con contradicciones, vacilaciones y miserias. Pero se pone el equipo al hombro y no la para nadie. La heroína de estas historias tenía que ser mujer si buscaba la verosimilitud. Las que van al frente en las barriadas son las mujeres. Por lo demás, la historia argentina está llena de ejemplos de mujeres que pusieron el cuerpo ante la adversidad y fueron paridas por el dolor. En lo específico del personaje, Flor es sensual. Ella lo sabe y juega con ese atributo para construir su potencia. Pero, por sobre todo, es versátil. Un día es la piba que para conseguir pistas se toma una birra con los pibes en el kiosco de la esquina. Al día siguiente, está haciendo lo propio en el despacho de un fiscal, café de por medio, trajeada y maquillada para la ocasión. Todo lo hace con la misma naturalidad.

¿Qué elementos destacás de tus historias a diferencia de otras lecturas de policiales clásicos?

Mi intención fue contar una historia con un fuerte anclaje en un contexto reconocible para el lector. Que los personajes, a través de sus acciones o sus pensamientos, interpelen o generen empatía en el lector, en razón de la propia experiencia del lector, en función de sus propias emociones. Para eso, el contrato tácito con el lector es que perciban que les estoy contando una historia posible o, a lo mejor, probable. Por qué no real. De todos modos, es literatura. Estoy contando una historia de ficción, pero que -en sus trazos gruesos- bien pudo haber sido verdadera. Nuestro policial elige los márgenes de una ciudad latinoamericana para contar su historia. Por eso los verdugos, las víctimas y la heroína tienen las características propias de nuestra tierra. Entonces, por ejemplo, el héroe no podía ser un detective como en un policial clásico. No sería verosímil. Prácticamente, en nuestro medio, no existen los detectives. En cambio, como te refería, que fuera una mujer contradictoria, parida por el dolor, tenía muchos condimentos de realidad.

Demian Konfino

¿Qué atributos de la novela negra te gusta destacar en la construcción de tus relatos?

La verdad, me siento afincado en el género. Me permite contar historias que puedan ser leídas por diferentes lectores. Elijo este marco para narrar la violencia, el amor, la solidaridad, la vida y la muerte en una gran ciudad y poder llegar a diferentes hogares con diversas procedencias. La intriga, la identificación de lugares transitados, la verosimilitud en la construcción de los personajes rastrea generar empatía con el lector o la lectora. Y siento que encontré una voz en el género y tramas que interesan.

¿Qué reflexión amerita la búsqueda de justicia en la novela negra villera?

En los denominados “sectores populares”, a veces, se llega a la verdad y no a la justicia. Sobre todo, en un marco en el que la llamada “justicia” se para tantas veces del lado de los poderosos. Entonces, la verdad no alcanza pero algo repara. Y, claro, queda entonces la justicia como una latencia, como una potencialidad. Acaso como una utopía. Pero su búsqueda, aunque no se alcance, no cesa. Ahí está la novela negra villera para reflejar esa característica de nuestra sociedad, esa injusticia, contando una buena historia y, además, entreteniendo.*

*Publicado en https://elgritodelsur.com.ar/2021/02/las-que-van-frente-en-barriadas-son-mujeres-novela-negra-villera.html

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El relator del pueblo y para el pueblo

«Por el amor de tu santa madre, terminalo, Héctor». La frase más recordada del mejor de todos.

Finalizaba un martirio de once años de ilusiones fatalmente frustradas. Una tras otra. El gordo en la desesperación por ponerle palabras a momento visagra, halló un ruego, o un reto tal vez, de su propia madre. En lo profundo de su ser, Adrián recordó cuando la vieja se enculaba con él y con su hermano en el patio de una casa humilde de Quilmes Oeste. Y tiró eso. Al referí, Baldassi, como una madre a un hijo, le pidió lo que anhelábamos todos.

Pero, en la que siguió a esa oración, en el epílogo del relato contra Argentinos que coronó el tan ansiado ascenso, un frío 5 de julio del año 2003, en esa siguiente frase está el profundo sentimiento popular de Adrián Di Blasi: «Por la alegría de un pueblo, Héctor, terminalo».

Adrián lo pedía por él. Por su vieja. Por su hermano. Pero, sobre todo, lo añoraba por el pueblo. Por su pueblo. Las miles de personas sufridas de un club incómodo de un país devastado que Adrián, en ese preciso instante, interpretó como nadie jamás.

Acaba de partir un relator del pueblo y para el pueblo. Que hizo su trabajo con una pasión y un profesionalismo sin parangón y que, al mismo tiempo, se mimetizó con la madera de su pueblo y dió las batallas que tenía que dar. Resignando unanimidad por lealtad a los principios.

En el medio de este pozo ciego que se ha abierto con la partida del gordo, cabe preguntarse: ¿Quién estirará la «i» de «Quilmes» hasta el infinito cuando cante un gol del cervecero? Pero también: ¿Quién tendrá la osadía de batir la justa a como dé lugar? ¿Quién le pondrá voz a las verdades populares que tanto incomodan a los poderosos de todas las épocas? ¿Habrá voces que no tiemblen al enfrentarse a los dueños del circo?

Gritó los goles de Quilmes como ya nadie lo hará. Y le puso los verbos a las mejores causas nacionales. Sus epopeyas serán difíciles de emular. Habrá que intentarlo. Deberá ser un faro para la buena gente del conurbano.

El gordo Di Blasi, un amigo y un compañero, fue un imprescindible que, espero, sea semilla.

Merece todos los reconocimientos y, sobre todo, la paz.

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